La conversación, que había practicado mil veces en mi cabeza, no salía. Las palabras se me hacían un taco en la garganta. Sentía que estaba haciéndolo todo mal, que esas no eran mis palabras; que no era el momento ni la forma de hacerlo. Para empezar, ni siquiera nos veíamos la cara porque esta pandemia de marras había desfigurado todo y ni siquiere se podía tener una conversación decente estos días. Inconscientemente, mis recuerdos volaron al día en que los conocí a ambos: siempre de forma personal, siempre de forma muy auténtica, muy humana.
Pero ya era muy tarde. Para atrás ni para coger impulso, como decimos. Tomé aire, lo retuve un segundo más en los pulmones, y solté -más bien barboté- esas palabras tan desconsoladoras para nuestra pobre Humanidad, agobiada y doliente.
–Renuncio. Debo hacerlo, pues no me darían las obligaciones en el contexto de la maestría y los profesores lo primero que me dijeron cuando les hablé de trabajar y estudiar fue de no hacerlo. No puedo seguir.
Dije, con tristeza. Mi jefe, al otro lado de la línea, comprendió mis razones. Se quedó en silencio un momento, antes de continuar:
–Bueno, exploremos qué opciones tenemos y qué podemos hacer. Asentí a su oferta. Y dijo: Y busquemos entonces quién podría reemplazarte.
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Así fue como presenté mi renuncia a trabajar en uno de los lugares en los que más he disfrutado hacerlo. En los que he podido contar con el privilegio de conocer personas maravillosas, que admiro profundamente y en las que he podido confiar; y en el que me he sentido más retada y motivada a lo largo de mi vida laboral.
Siempre he tenido como una máxima de vida que no soy un “mercenario”. No hago mi trabajo por dinero de forma primaria; lo hago porque me gusta. De esa manera, siempre había pensado que los cambios en mi carrera no estarían motivados por el salario, sino por la búsqueda de una proyección laboral y un crecimiento personal, antes que por dinero. El dinero vendría como una contraprestación acorde a lo aportado a cualquier trabajo.
Y hoy se trata de eso, de un enorme crecimiento personal. Pero aún así, la decisión fue dura de tomar y de comunicar.
Difícil pero necesaria tu despedida, las oportunidades se presentan una vez en la vida y no se pueden desperdiciar, algo que no solo tienes tu muy claro, si no tu jefe. Por eso su silencio antes de responderte.