Comer, Rezar y Amar en octubre

En contra de mi costumbre, he metido un libro en la fila. Se que mi costumbre consiste en leer varios al tiempo, pero esta vez no están compartiendo lectora: esta vez, simplemente, deje un libro de lado por otro y, como una amante inquieta, he sucumbido ante los giros de otra trama.

Mi amante se llama Comer, Rezar y Amar. Aunque esto parezca a todas luces una capitulación a favor de las fuerzas de la literatura liviana (dado el apabullante aparato publicitario que ha precedido y sucedido al libro y a la película) no es así.

En primer lugar, porque no es un libro de autoayuda, sino una autobiografía o, si se quiere, un recuento de un particular tiempo de la vida de la autora. El libro no te dará las claves para ser feliz como prometen algunos; te entetendrá con sus historias y con los periplos de la autora por el mundo. Precisamente, y en segundo lugar, el libro es una descripción muy vívida de lugares, personas y costumbres muy ajenas a las occidentales. Y la autora logra transmitir con maestría y calidez la sensación de estar allí a través de su recuento de personajes, olores e incluso texturas.

Sobre todo, el libro da la oportunidad de acompañar a Elizabeth Gilbert en un viaje a través de ese deseo que tenemos todas las mujeres de tomarnos un tiempo para nosotras solas, para ser nosotras mismas y emerger del proceso como una mejor persona. Uno de los anhelos inmemoriales de la literatura y del alma humana, que busca su refinamiento.

La vida gira; más y de forma más descontrolada en estos tiempos. Nos desorienta, nos destroza en ocasiones y, cuando estamos contra las cuerdas y sentimos que necesitamos un amigo, es donde podemos escoger entre autocompadecernos y huir, o aprender por medio del ejemplo, la paz y el autoconocimiento que proporciona la literatura.

This entry was published on November 5, 2010 at 4:05 pm. It’s filed under Lectura and tagged . Bookmark the permalink. Follow any comments here with the RSS feed for this post.

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